RELATO: "EL GOBIERNO ES UN CHULO Y LA OPOSICIÓN SU PROSTITUTA"


Con permiso,
los de atrás vienen
conmigo.



Nos encontramos inmersos en una multitud de personas que protestan en contra del gobierno. Hemos venido con la intención de liarla. Ilich, Jesús y yo. El sol comienza a calentar, y Jesús saca de su bolso una botella de bloqueador solar Nivea Sun. Se echa un poco en la mano izquierda, y sostiene la botella debajo del brazo derecho mientras se frota las manos. Luego esparce una fina capa de bloqueador por todo su rostro, dejándolo de un tono más pálido, aunque nada podrá cambiarle el tono a sus mejillas enrojecidas. Y, acto seguido, repite el mismo procedimiento, solo que esta vez en sus brazos.

Jesús me ofrece la botella; mira a Ilich y le dice: —Tú ya te has echado.

Yo niego con la cabeza.

Él me dice: —Deberías usarlo. Mírate la cara.

Mis brazos y mi cara están rostizados, producto de cuatro meses de ardua exposición solar.

—No me gusta —le digo.

Él me comenta que el protector solar ayuda a prevenir el cáncer de piel, y yo me encojo de hombros. Miro a mi alrededor. Nos encontramos concentrados en una de las plazas más emblemáticas del país. Detrás de mí está el obelisco que es símbolo del municipio, y al fondo, tras varias cuadras de edificios, yace el gigante Ávila, coqueteando con una larga estela de nubes grises. El bullicio provocado por las voces entremezcladas de todas las personas que están aquí hace que me sienta como si estuviera adentro de una colmena enorme. Las figuras de sus cuerpos se reflejan en el espejo de agua que adorna la plaza.

—Demonios —dice Ilich, alzando las cejas, arrugando la frente.

—¿Qué? —pregunta Jesús.

—Mira eso —señala con la boca, como si estuviese lanzando un beso.

Miramos en la dirección que nos indica, y nuestros ojos se topan con una rubia exuberante. Piernas torneadas. Lleva puesto un yoga pants ultra-ceñido de color negro. Y debajo, un hilo dental. Lo sé porque una porción de su licra es absorbida por la hendidura que se forma en la unión de sus dos nalgas. Además, con el sol, los bordes de la ropa interior tienden a notarse más en la ropa ceñida. No sé si las mujeres son conscientes de ese detalle.

—Demonios —dice Jesús.

La chica lleva puesta una camisa holgada, anudada de tal forma que nos permite ver su ombligo, en el cual hay un piercing emitiendo destellos bajo la luz del sol. Ella nos deslumbra con su abdomen plano y tonificado. Pero eso no es todo. Estoy tan ansioso por lo que "puede suceder" que hasta este momento no me había percatado de las demás chicas a nuestro alrededor, de las cuales un gran número de ellas llevan puestos shorts tan cortos que puedes ver donde nacen sus nalgas. En algunas se puede apreciar esa extraña línea de bronceado que se les forma en dicha zona. En otras puedes percibir destellos de celulitis o estrías. Son tantas chicas con shorts tan similares que parecen una epidemia. Parecen una impresión múltiple. Son como volantes fotocopiados de manera masiva.

—Cuantos culos hay aquí —dice Ilich. De él solo tienes que saber una cosa: siempre está caliente.

Frente a nosotros, en la avenida, a varios metros y personas de distancia, yace una tarima adornada con todas las banderas de los partidos políticos que conforman una especie de partido más grande, cuya bandera -más grande que las del resto- ondea bajo el calcinante sol. 

Permite que te explique: esa unión de partidos políticos es algo así como una mini-unión-soviética de partidos políticos. Algo así como un revoltillo de huevos, bacon, berenjenas, espinacas, atún y mayonesa, acompañado de coca-cola con sabor a pepsi. En pocas palabras, algo condenado al fracaso.

Cada vez se el calor se intensifica más. Miro mi reloj. Las agujas marcan las 9:45 am, y se supone que esta actividad debió iniciar a las 8:00, pero aquí estamos, a la espera... Si algo he aprendido en mi corta experiencia en estos asuntos es que nuestros políticos carecen del sentido de la puntualidad. Y, por supuesto, de honestidad... y de aptitud.

Y, hablando de aptitud, por eso estamos aquí. Debido a la carencia de esta entre nuestros gobernantes. Si te pregunto quién es más inepto entre el régimen que quebró al país con más recursos del planeta y la oposición que nunca le hizo, ni le hace contrapeso, ¿qué me responderías?

Por ahí siempre se culpa al pueblo de las desgracias de los países. Y con pueblo suelen referirse a la gente pobre. A mí eso me parece injusto. Yo creo que las élites tienen más peso en el desarrollo de una nación que las personas promedio, y ni hablemos de la gente pobre. Creo que el "pueblo" puede ser culpable de muchos males, pero no de la quiebra de su país.

Ilich entreabre la boca y entorna los ojos, y se muere el labio inferior. Nos dice:

—Miren hacia allá; volteen.

Al pie del obelisco está sentada una chica morena. Una larga melena encrespada cae sobre sus hombros. No es morena-oscura, sino más bien morena-café-con-leche, o de fototipo IV. Lleva puesta una playera blanca con el logo de los Rolling Stones plasmado en el pecho, cuyas mangas enrolladas dejan al descubierto brazos delgados en los que se aprecia esa típica disparidad en el tono de la piel conocida como bronceado citadino. Esta chica tiene las piernas moderadamente abiertas, sobre sus muslos descansan los bolsillos que sobrepasan las perneras de su shorts, que al no ser tan ceñido, deja parte de su entrepierna al descubierto. Desde acá le veo la braga de encaje negro. Puedo ver su piel oscurecida en la zona inguinal. Se me hace difícil  dejar de verla. No es yo sea un aberrado sexual pero una parte de mí tiene la esperanza-cachonda de que alguna especie de fuerza sobrenatural pueda desplazar un poco más su braga y dejarme ver algo más que el indicio de su labio vaginal. ¿Cómo es que ellas pueden embelesarnos con tan, pero tan poco, y... medrar el lado más salvaje de nuestro ser?

—¿Cómo es que no se percata de que toda esta gente puede verle la vagina? —dice Jesús.

Yo respondo encogiéndome de hombros.

Ilich dice: —Técnicamente... no es su vagina, es su braga.

 —Es un decir.

—Hay demasiados culos aquí hoy. Es lo mejor de los mitin políticos. —Dice Ilich—. Culos. Nalgas por doquier. Son como una especie de desfiles de culos y tetas operadas.

—¿Es una crítica?

—No; no veo la necesidad de tanta ligereza de ropa, pero créeme que no seré yo quién se oponga a ello. —Ilich esboza una pequeña sonrisa burlona—. Cada quien puede hacer lo que le dé la gana. Por otro lado, si les da por desnudarse como si un par de tetas fueran a dar un golpe de estado, por mí, mejor.

Por suerte para nosotros, unas cuantas nubes comienzan a cubrir el sol. Y los puñeteros políticos aparecen. Comienzan a emerger desde la parte posterior de la tarima. Uno a uno. La multitud se agita. Hay aplausos y gritos. Todos comienzan a tomar fotos con sus teléfonos móviles.

—Ah, ya era hora —dice Ilich. Saca una banana de su bolso, le quita la cáscara y le da un mordisco. Mira a la chica de la camisa de los Rolling Stones, y dice—: Joder, esa mujer me tiene mal con esas bragas-derroca-gobierno.

Jesús se ríe, y dice: —Pantaleta-desestabilizadora.

Ambos se ríen.

Y yo le digo a Ilich que no hemos venido a mirar mujeres.

—¿Qué más da? —me dice—. Más tarde estaremos en la cárcel.

Ahora han emergido todos los políticos, en su mayoría diputados. Algunos aplauden. Otros levantan el puño en señal de "fuerza". Otros levantar el dedo pulgar. Están allí, sonrientes, refinados, bien vestidos y menos bronceados que la mayoría de nosotros. Desde acá los veo claramente. No hay atisbo de cansancio en sus rostros. Puedo ver a los fotógrafos en lo suyo, tratando de capturar el mejor momento. Puedo ver a los reporteros hablando ante las cámaras.

Entonces, el primer político coge el micrófono, es el presidente de la asamblea nacional. A él le sigue un diputado, luego habla una diputada, seguida de otro diputado, y después un alcalde, y así sucesivamente van hablando todos. De sus bocas sale el mismo discurso vacío con palabras distintas. Locuacidad que no tendrá efecto en las mentes de esta multitud. Ese es el gran error de esa gente, los políticos: apuestan a la docilidad de la gente; creen que la voluntad de los pueblos siempre sucumbirá ante su charlatanería. Pero llega un punto en que los pueblos se vuelven inmunes...

Permíteme contarte que esta multitud ha venido a escuchar una sola cosa: "marchar hacia el palacio de gobierno". Cuando la opresión se apodera de tu país, la rebelión es la manera de recuperarlo. No hay otro camino. Estamos aquí en un último acto de fe hacia la oposición, o al menos yo... Sus últimas acciones, aunque quieran ocultarlo, demuestran que pretenden sentarse y negociar con el régimen; quieren asegurar sus cargos públicos. Y yo ya me he hartado.

Ahora soy opositor de la oposición corrupta de un gobierno corrupto.

Permíteme contarte que en cuatro meses es la primera vez que tanta gente se reúne en un mismo sentir. Esta multitud es como un avispero que se encuentra en el extremo de una rama. Y si ningún político se atreve a agitar la rama, lo haremos nosotros. Ilich, Jesús y yo. Vamos a liarla.

Ilich tiene razón. Terminaremos en la cárcel.

Ahora es el turno de los anuncios importantes. El líder, la imagen de la oposición, coge el micrófono y la multitud se agita. Gritos. Aplausos. Cánticos. Él nos dice:

—Yo quiero felicitarlos a todos y cada uno de ustedes, pueblo glorioso. Juventud enardecida. Juventud de fuego. Quiero felicitarlos grandemente por el trabajo arduo que han realizado durante estos cuatro meses de protestas. Ustedes han demostrado que esta tierra pare libertadores...

La multitud grita más fuerte. La mayoría graba y toman fotos con sus móviles. Ilich saca otra banana de su mochila, le arranca la cascara y le da un bocado.

Él líder opositor prosigue con su discurso:

—Ustedes son los verdaderos responsables de la debilitación del régimen —dice—. Gracias a ustedes hoy tiemblan los cimientos de este gobierno corrupto... —"Y va a caer, y va a caer, este gobierno va a caer", vitorea la gente. Las voces de todos le obligan a detenerse por un momento. Y mira sonriente a la multitud que sigue con el cántico durante varios segundos. Luego dice—: Así es. Va a caer. Eso téngandolo por seguro. Este gobierno va a caer.

—Ajá, ¿pero cuando? —dice Ilich con la boca llena de fruta—. Llevan años diciendo lo mismo y hasta ahora lo único que cae es la moneda nacional.

Unas chicas que están paradas a su derecha nos dedican una mirada rápida.

El discurso prosigue:

—Juntos... —dice el líder opositor—. Juntos lo haremos caer...

Desconozco el motivo que obliga a los políticos a no hablar como la gente normal. Es decir, uno no repite siempre la primera palabra de una oración. Ni cambiando el tono de voz.

Ilich dice: —Y la esperanza de vida. Eso también cae.

Las chicas nos dedican otra mirada.

—Sé que los últimos días no parecen esperanzadores. Pero no debemos temer. No hay por qué tener miedo. Debemos recordar una cosa: y es que "cuanto más oscura se torna la noche, más cerca está el amanecer".

—Esa frase debería ser declarada en desuso, o cambiarle el significado —dice Ilich.

—¿A cuál? —le pregunta Jesús.

—"Esto se fue a la mierda".

Jesús suelta una risita. Las chicas a la derecha de Ilich también se ríen

El líder de la oposición dice que en nuestras mentes no debe haber espacio para el miedo.

—Y menos en un momento como este —dice, señalando hacia el cielo con sus dedos indices—, en el que ciertos sectores quieren generar confusión y división. —Hace una pausa de unos tres segundos. Se humedece los labios, y prosigue—: Yo... con el corazón en la mano les digo que estamos del lado correcto de la historia. No es momento de dejarse confundir. Porque a eso juega el régimen. Repito: "estamos del lado correcto de la historia." Solo miren las victorias que hemos tenido en estos cuatro meses...

—¿Victorias? —dice Jesús.

—Sí —contesta Ilich—. Es lo que los entrenadores le dicen a los boxeadores cuando estos están recibiendo una paliza.

Jesús lo mira con el ceño fruncido.

Ilich le dice:

—"Lo tienes donde lo quieres".

—...el régimen está contra la pared. Está desesperado y tiene miedo. Y todo es producto de esas victorias...

—¿Lo ves? —dice Ilich y se ríe.

La multitud ruge, y vitorean el "Y va a caer."

El líder opositor dice que los ojos del mundo están puestos en la nación.

—Catorce países se han pronunciado ante la situación actual —declara.

—¿Y eso de qué nos sirve? —dice Ilich—. Cuba también ha estado en la boca del mundo y ya sabemos como les ha ido a los pobres.

Las chicas se ríen a su derecha.

Ilich saca otra banana y comienza a pelarla. Por algún motivo conserva las cáscaras en su mano izquierda.

—...debemos ser inteligentes. Estratégicos. Es por eso que no podemos abandonar las elecciones regionales. Eso significaría cederle al gobierno el terreno ganado hasta ahora. Que se oiga bien: la mejor opción para el país son acciones pacíficas. Debemos seguir el rumbo de la democracia...

—Esto ya valió —dice Ilich y se echa a correr hacia adelante.

Es el momento.

Jesús y yo lo seguimos. Nos abrimos paso entre la multitud. Avanzamos hacia la tarima. El discurso continúa, pero no le presto atención. Los latidos de mi corazón se aceleran conforme me muevo entre gente sudada. Los hombros me duelen debido al peso de mi morral de montaña Arcadia. Si te soy sincero, tengo miedo. Tendría que ser estúpido para no tenerlo. En este punto es donde te preguntas si es buena idea lo que vas a hacer.

Ahora estamos a unos diez metros de la tarima. Los gritos de la gente golpean mis oídos. Ilich hace una especie de pelota con las cáscaras de banana, y la arroja hacia la tarima. Las cáscaras se separan en el aire, y caen a los pies del líder opositor. Jesús comienza a abuchear. Acto seguido, Ilich abre su morral y procedemos a repartirnos los tomates y las cebollas podridas que hay en su interior. Y, a continuación, arrojamos todo hacia la tarima mientras abucheamos.

—¡Son unos falsos! —grita Ilich.

Los políticos se cubren con los brazos mientras el líder opositor pide calma y respeto a través del micrófono.

—¡Respeto exigimos nosotros, malditos! —grita Ilich.

Ahora la gente comienza a sumarse. Arrojan botellas plásticas de agua hacia la tarima. Algunas se estrellan contra la humanidad de los diputados.

—¡Son unos falsos! —grita Jesús.

—¡Vendidos! —grita Ilich—. ¡Solo quieren conservas sus cargos públicos!

A los gritos de mis compañeros, se suman los de la multitud. "Malditos", "Desgraciados", "Malparidos", "Malnacidos", gritan en la multitud que se enfurece conforme transcurren los segundos. La rama se agita de apoco, y con ella las avispas comienzan a despertar.

El líder opositor trata de controlar la situación. Pide calma una vez más. Tiene una mancha de tomate en el hombro. Pero ante la negativa de la multitud, no le queda de otra que anunciar la retirada. Una botella impacta contra la estructura de la tarima, y llena el aire de fragmentos de vidrio. Entonces, diputados, alcaldes y gobernadores, huyen despavoridos del sitio. Los camarógrafos graban el momento que quedará plasmado en la historia, y en las metes de las personas que nos miran y aplauden desde los edificios.

Ilich, Jesús y yo avanzamos, y nos subimos a la tarima junto a otros chicos que llevan puestas máscara de anonymous. La multitud grita, ruge, aplaude.

Nada motiva más a una multitud que el fuego. Ten eso en mente. Jesús y yo sacamos de nuestros morrales botellas de refresco llenas de gasolina,  y las vaciamos en el suelo de la tarima. Pero antes nos aseguramos de coger todas las banderas de los partidos políticos y amontonarlas en el centro. Ilich es el encargado de inaugurar nuestra segunda fase. Coge una caja de cerillos, extrae uno, lo enciende, y fiat lux. El fuego se apodera del lugar. Las banderas son consumidas lentamente, acompañadas de los gritos eufóricos de las, al menos, cinco mil personas presentes.

Ahora, en este momento, procedo a coger el micrófono que el líder opositor a dejado tirado en el piso de la tarima. Y con las llamas a mi espalda, me dispongo a hablarle a la multitud. No sé que decir en realidad. Siento un nudo en la garganta y un vacío en la boca del estómago. Las cámaras están sobre mí. Los ojos están sobre mí. Me tiemblan la voz y la mano con que sostengo el micrófono.

Trago saliva.

Les digo que no pretendo ser un líder. Les digo que no necesitamos tal cosa. Que si todos tenemos el mismo sentir, entonces, ese es nuestro líder. El único que necesitamos. nuestro norte. Y ellos rugen, y vociferan lo siguiente:

«¡EL MEJOR GOBIERNO ES EL QUE NO EXISTE!»

—Han sido cuatro meses de ardua lucha —les digo—. Cuatro meses de sol y sed. Cuatro meses de lacrimógeno, perdigones y gas pimienta. El régimen ha apresado y asesinado a compañeros. Cada día la opresión aumenta. Pero eso parece no importarle en lo más mínimo a los políticos opositores, que ahora pretenden ir a elecciones... Pretenden enfriar nuestros ánimos, y vender nuestra lucha para beneficiarse.

Ellos gritan lo siguiente:

«¡EL GOBIERNO ES UN CHULO Y LA OPOSICIÓN SU PROSTITUTA!»

Yo les digo que lo que nos motiva es el sueño de un país mejor. Pero que no tendremos dicho país mientras nuestros políticos sigan siendo esta banda de timadores incultos e incompetentes. Que debemos hacer limpieza. Y que dicha limpieza comienza con el asedio al palacio de gobierno. Y que dicho asedio debe llevarse a cabo cuanto antes, ahora mismo. 

Entonces, la furia se apodera de la multitud. Son muchos los que ahora se cubren el rostro con una camisa. Ilich, Jesús y yo bajamos de la tarima y nos echamos a correr calle arriba. Estamos aproximadamente a unas quince cuadras del palacio. La multitud avanza a nuestras espaldas, rugiendo, fúrica, enardecida. Las personas nos miran desde los edificios, y nos gritan algo que no alcanzo a escuchar. El suelo parece temblar bajo nuestros pies, y el sol vuelve a emerger de entre las nubes, y de a poco, el cielo se despeja como queriendo ser testigo de lo que se avecina. He meneado la rama, ha salido de su letargo el avispero... Las rabiosas avispas, ahora, se han convertido en una avalancha...

Los embestiremos...

Somos el clavo que ha traspasado la bota de los timadores...

Sentirán nuestra estocada...

Somos los de abajo jalando a los de arriba...

El momento ha llegado: el opresor ha de rendirle cuentas a sus oprimidos.

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