RELATO: "EL PEOR RIESGO"


   En un pequeño cafetín, en un parque que lleva por nombre "La Llovizna", ubicado en una ciudad llamada "Guayana", en Venezuela, están sentados dos jóvenes de entre veinte y veinticinco años. A su derecha, el resto de las mesas yacen ocupadas por personas que en su mayoría son turistas. A su izquierda, hay una colina cuyo césped se expande varios metros abajo hasta dar con un camino de asfalto que hace de frontera entre ella y un extenso bosque, que a su vez, se extiende hasta dar con un vasto río de aguas turbias. 
   Ambos llevan puesta ropa deportiva. Sus camisas de licra están empapadas de sudor, producto de una carrera de diez kilómetros que realizaron diez minutos antes. Una mesera coloca un jugo de naranja, un sándwich de jamón y una taza de café sobre la mesa. Pregunta si desean alguna otra cosa, y ambos responden que no. Y una vez que la mesera se retira, la chica dice:

   —¿Cómo es que puedes beber café después de correr?

   Él se encoge de hombros.

   —Una taza de café nunca cae mal —contesta, rasgando un sobre de azúcar y vertiendo el contenido en la taza.
 
   Ella le da un sorbo al jugo de naranja y luego un bocado al sándwich.

   Él le dice:

   —Como te decía hace un momento... —rasga otro sobre de azúcar—, cada día me convenzo más de que la mejor opción es irse del país.

   —¿Estás seguro de ello?

   —Seh... —vierte el azúcar en la taza de café.

   —Yo... no lo sé..., a veces creo que sí. Pero..., luego me pongo a analizar la situación y digo: "tal vez sea una mala idea".

   Él suelta un sonido que es mitad risa, mitad bufido. Sacude la cabeza levemente y dice:

  —Honestamente..., creo que irse del país, con todos los riesgos que representa, es cualquier cosa menos una "mala idea".

   Coge otro sobre de azúcar, lo rasga y lo vacía en la bebida. La chica dice:

   —¿Por qué lo dices?

   Él vuelve a emitir otro sonido mitad risa, mitad bufido. Y le dice:

   —¿Es un chiste?

  Frunce el ceño. Coge otro sobre de azúcar, y mientras se lo echa a la bebida, ella lo mira con una expresión que significa: "¿Por qué tanto azúcar?"

   Continúa:

   —¿La palabra "socialismo" te parece conocida?

   Ella asiente mientras le da un bocado a su sándwich. 

   Y él dice:

   —Esa mierda nunca ha funcionado. Ni funcionará. Verás..., yo, a los seis años, sabía que Chávez era un fiasco. Un bodrio de presidente. Un populista de mierda. Luego, en las elecciones del 2006, cuando teníamos por un lado a Chávez y por el otro al esperpento de Manuel Rosales..., en ese momento, con trece años, entendí que el país iba directo a la mierda. ¿Y qué crees? Tres años después se aprobó la reelección indefinida. —La chica sonrió—. Mi pregunta era la siguiente: "¿Cómo es que un niño puede tener más conciencia de lo que ocurre en su país que un persona adulta?"

   Ambos se ríen.

   —Creo que estás filosofando demasiado —dice ella—. ¿Sabes qué pareces?

   —Un soberano marica. Eso parezco.

   —Un jodido engreído.

  —Pues, no pretendo parecer la gran cosa, ¿vale? —menea el café muy lentamente—. En la calle puedes toparte con gente que pensó lo mismo que yo.

   Ella bebe un poco de jugo, y dice:

   —Vale..., pero..., entonces... tu intención de emigrar está cimentada en tu teoría de que el país se irá a la mierda, ¿no?

   Él le da un sorbo al café y contesta:

   —No es una teoría. Es un hecho.

   Ella sacude la cabeza, sonriendo, y le da un bocado al sándwich.

   Él continúa:

   —A ver, a ver..., tenemos una inflación estratosférica y una escasez que raya en lo ridículo. No te extrañes de que en un par de meses estos sobresitos de azúcar desaparezcan. ¿Cuánto se supone que debo trabajar para comprarme un auto? Y ni me hables de una casa. Porque a este paso tendremos casa propia el día en que mueran nuestros padres. —La chica se ríe—. Solo por mencionar otra cosa, ahí está el transporte público, esas porquerías de autobuses en donde somos transportados como cerdos y nos olemos los pedos unos a otros... También está el tema de la delincuencia. Las probabilidades de que te peguen un balazo para robarte el celular aumentan a diario. Va de la mano con el dólar. Y ni hablar de esos malditos estudiantes de bachillerato que te encuentras en cada esquina, haciendo de vagos, escuchando esa música trap de mierda, fumando y jugando a ser delincuentes; embarazando a quinceañeras y reproduciéndose como parásitos. Y ni hablar de que nuestro ámbito político da ganas de tirarse del tan famoso Tercer Puente sobre el Río Orinoco que nunca hicieron, pero cuya millonada de presupuesto fue más que aprobada. Tenemos un gobierno y una oposición que no son más que dos conglomerados de personas con una misma ideología política, pero que usan camisas de colores distintos. No hay que ser muy observador para darse de cuenta de que la razón por la cual el gobierno sigue vigente es ese mejunje llamado MUD. Lo hicieron en el 2014. Nos incitaron a protestar, y lo hicimos. ¿Y qué hicieron ellos? 

   —Decidieron dialogar.

  —Sí. Decidieron dialogar. Negociar. Ahora lo han vuelto a hacer. Cada vez que el gobierno está contra las cuerdas ellos hacen sonar la campana. Les sacan las castañas del fuego. Y ahora pretenden que vayamos a votar... Y lo peor son ese montón de personas que gozan de cierta fama, y que salen apoyando dicho acto. Por Dios, venden las elecciones como un logro de las protestas. No sé tú, pero no pienso hacerlo. Me vale madres. Cuando salimos a protestar, no lo hicimos exigiendo elecciones, sino la renuncia del presidente... Esos adolescentes fallecidos creían que hacían algo importante y solo fueron carne de cañón. Para eso se hubiesen quedado en sus casas. 

   —No sé tú, pero yo creo que mucha gente votará.

  —Sí, mucha gente votará... Pero no tienen ni puta idea de nada. Se enorgullecen de ejercer su derecho al voto, pero al final no defienden dicho voto. —Se da varios golpecitos en la sien derecha con la yema de su dedo índice—. Creen que la defensa de un voto es evitar que el gobierno se robe las elecciones, y no es así. La verdadera defensa de un voto es exigir tus derechos, asegurarse de que el candidato electo haga su trabajo y cumpla sus promesas, y sobre todo, protestar cuando la situación lo amerite. Pero no; la verdad es que después de llenarse el dedo de tinta indeleble se desentienden del asunto. Te dan la llave de sus casas, te dejan solo y seis años después vienen a quejarse de que vendiste los muebles. 

   La chica deja escapar una risita mientras se lleva el vaso de jugo a la boca.

   Él continúa:

   —¿Sabes qué necesita este país? —Ella lo mira con atención—. Una intervención militar. Que los metan presos a todos, repatrien todo el dinero que se han robado. Eso. Ah, y una exhausta limpieza política. Porque..., como yo lo veo, este país no cambiará nunca con estos políticos que tenemos. Estamos sumergidos en un eterno círculo vicioso. Basta con coger un libro de historia para ver que nunca hemos estado bien, aunque nunca habíamos estado tan mal, claro está... Este país siempre ha vivido en una especie de montaña rusa. ¿Sabes qué es ridículo? —Ambos sonrieron—. Que los mejores gobiernos que hemos tenido han sido dos dictaduras. Eso es para ponerse a pensar... Pero..., si creo que lo mejor es abandonar el país es porque el daño que nos han causado es enorme. —Suspira—. Y, verás, si hacemos una pequeña comparación, podemos darnos cuenta de que los tiempos políticos suelen ser sumamente extensos, y la vida, nuestra vida, efímera... Y, sin duda, acostumbrarse a la espera de un posible cambio es el peor riesgo que puedes correr.

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